Damnificados en México se alistan para recibir la Navidad
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Ciudad de México — José Manuel Ortega pensó que iba a pasar la Navidad en su departamento del edificio 3A, en el Multifamiliar Tlalpan, pero la realidad y el tiempo rebasaron su expectativa.
“No me imaginé, pero bueno... Este árbol lo voy a poner aquí porque ésta ahorita es mi casa. Quiero tratar de que la Navidad llegue también aquí”, dice mientras extiende una serie de focos alrededor de un árbol artificial, en el campamento de damnificados ubicado en las canchas de la unidad habitacional.
El hombre de 40 años aún no define dónde pasará la Nochebuena, pero no descarta hacerlo en el albergue.
Después de tres meses de convivir con sus vecinos, no exentos de conflictos, este campamento se ha convertido para él en una especie de familia.
Aquetzalli, una niña de 7 años, se emociona y aplaude a su lado cuando ve que el campamento ya tendrá su árbol de Navidad.
Otros damnificados confiesan que tenían la esperanza de volver a sus casas antes de Navidad.
“En el fondo, uno sabe que aquí íbamos a estar”, dice Nicte Ha Brito Becerril, madre de Aquetzalli y de un bebé de un año llamado Ramsés.
Lo más seguro, prevé la mujer de 37 años, es que pase ahí el 24 de diciembre.
En las canchas deportivas del Multifamiliar, donde se encuentra instalado el campamento “Norte”, habitan 45 personas. En el campamento del Parque Popular IMPI, rondan los 50. En el Centro Comunitario Francisco I. Madero, viven 37 personas.
Los otros habitantes de los 500 departamentos que conformaban el Multifamiliar Tlalpan están con familiares, amigos, o alquilaron una vivienda.
La realidad rebasó también el presupuesto del gobierno capitalino, que previó dar apoyo con 3,000 pesos de renta a cada familia damnificada sólo durante los tres primeros meses.
Agotado ese plazo, los afectados del Multifamiliar se han convertido en una pieza central de la lucha por obtener una vivienda sin acceder a los créditos que contempla el Programa de Reconstrucción propuesto por el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.
Para Felipe de Jesús Pérez Rangel, quien se fue a vivir con su hijo de 14 años a la casa de sus suegros, el desgaste ha sido físico y emocional.
“Es muy difícil. Para no molestar, estoy todo el día en la calle. No tener a dónde llegar, no poder hacer lo que estás acostumbrado: ver una película, recostarte en el sofá, cosas sencillas”.
El hombre de 60 años, jubilado del IMSS y representante del edifico 2C, reconoce que el tiempo ya hizo mella entre los vecinos.
“Cada cabeza es un mundo y estamos bajo mucho estrés. Ha habido posiciones encontradas y ha sido difícil unificar criterios. Unos dicen que se tiren los edificios y se vuelvan a construir. Otros dicen ‘yo ya me voy a meter aunque no haya nada’.
“En la asamblea se dijo que nadie iba a entrar hasta que no estuvieran todos. Lo considero imposible. Cómo le dices a una persona que está pagando en otro lado o está en la calle que no entre. No veo la manera en que controles a la gente cuando sepan que están bien los edificios y que ya tienen servicio”.
Felipe afirma que las autoridades locales se han comprometido con los vecinos a entregar este año los tres edificios catalogados inicialmente como habitables —2A (40 departamentos), 3A (80 departamentos) y 3C (80 departamentos)— y que al final del primer trimestre de 2018 entregarían los cinco inmuebles catalogados en amarillo.
La autoridad les comunicó que tienen la mayoría de estudios terminados, pero falta el de dinámica estructural, el más importante, para que sea concluyente el dictamen de seguridad estructural.
Los vecinos de los edificios IC, colapsado, y 3B, apuntalado, temen que con las reparaciones de los inmuebles en verde —relleno de fisuras interiores, reforzamiento de escaleras y balcones— así como los estudios generales topográficos, geotécnico y de mecánica de suelos, se haya terminado el presupuesto de 10 millones de pesos destinado por el Gobierno capitalino a la unidad.
Luz María Díaz, de 47 años, quien vive con sus tres hijas y un nieto en dos tiendas de campaña en las canchas, asegura que ella está dispuesta a esperar a que se reconstruya toda la unidad si así lo indican los dictámenes estructurales aún pendientes de entregar, pese a que su departamento está en un edificio en verde.
Desconfía de la seguridad de los trabajos realizados.
Héctor Toledo, uno de los coordinadores de la asamblea vecinal, ve prácticamente imposible que los habitantes puedan regresar a sus viviendas este año, debido a que no cuentan con ningún servicio.
“No hay servicios porque no hay dictamen estructural. Hasta que se retiren los escombros, porque las válvulas de gas están en los edificios colapsados por dentro. Al no haber gas revisado, no puede haber electricidad. Sin electricidad, no puede haber bombas de agua funcionando, sin agua no hay habitabilidad”, explica.
Aunque la tensión continúa en los campamentos —en el parque ha habido golpes entre vecinos y en el Centro Comunitario los trabajadores no se hablan con los damnificados— los habitantes de las canchas aseguran que ya superaron la etapa más conflictiva de agrias discusiones, y presumen que nunca llegaron a las agresiones físicas.
Tres meses después del sismo, el espíritu navideño llegó también con los damnificados, que ya organizaron sus primeras preposadas. Los árboles navideños alumbran las noches entre las tiendas de campaña, donde los juguetes, los alimentos preparados y las ollas con ponche son el mejor donativo que podrían recibir aquellos que se quedaron sin casa.